Si la Iglesia opina de política, los políticos acusan a aquélla de intromisión ilegítima en los asuntos políticos, olvidando que quienes configuran dicha Institución son personas a las que asisten todos sus derechos, incluso el de votar y el de opinar libremente.
Cuando los políticos, ajenos a la Iglesia, opinan de ésta, de su funcionamiento interno o de las personas que representan a la Institución, normalmente lo hacen para interferir en asuntos absolutamente ajenos, con el único propósito, en líneas generales, de extrapolar a la Iglesia las divisiones y problemas de los propios políticos, que no son pocos, en lo que supone una intromisión, en este caso sí, ilegítima.
Sin ir más lejos, el pro abortista José Bono, que preside el Congreso de los Diputados y que se declara católico, en un programa emitido en el día de ayer, 12 de enero, en la televisión autonómica madrileña, Telemadrid, afirmó que el nuevo obispo de San Sebastián era "muy de derechas".
Este tal Bono, que debiera estar excomulgado, debería ser un poco más respetuoso para una persona como José Ignacio Munilla, el obispo en cuestión, quien, de momento, con apenas tres días en el obispado ha formulado su deseo de "sumar esfuerzos para una Iglesia al servicio del Evangelio". Además, ha declarado estar dispuesto a situarse junto a las víctimas del terrorismo, lo que supone un cambio radical en el obispado donostiarra tan proclive a situarse, hasta ahora, cercano a los nacionalistas del PNV y al nacionalismo radical.
La afirmación de Bono hay que encuadrarla en la labor de intoxicación que desde la izquierda en general y desde el PSOE en particular se está realizando en contra de la Iglesia.
Mejor estaría marchándose a su casa y luchar desde allí contra la corrupción que se respira en torno a la política de esta España decrépita. Desde luego, con individuos como Bono, no es de extrañar que José Ignacio Munilla vea incrementado el número de fieles en su diócesis en pco tiempo. Así sea
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